Quiero compartir con ustedes este texto del escritor beniano (movida) Homero Carvalho
Soy boliviano y no lo digo por alabarme
Muchas son las cosas por las que los bolivianos nos podemos avergonzar, pero estoy seguro que son muchas más las cosas por las que nos debemos enorgullecer. Sin duda alguna que debemos avergonzarnos de la impuntualidad y de la corrupción, de la burocracia y la selección de fútbol, del estado de las carreteras y de los baños públicos, de los políticos y de los dictadores. Pero estas cosas también las tienen otros países que y quizás las sufren de manera más escandalosa que nosotros y quizá tengan una lista más larga.
En cambio, las cosas que nos enorgullecen son únicas en el mundo, sólo nosotros las poseemos. Veamos algunas:
Poseemos una gran biodiversidad en la que se destacan especies exclusivas como las aves Parabas Azul y Soldadito, o las flores del Pachio y las orquídeas de la Chiquitania y las frutas del Chapare, o las mariposas verdes esmeralda del lado de las misiones que ya las hubiese querido Mauricio Babilonia. O el Illimani que repite su bella cumbre tres veces o el majestuoso río madre, el Mamoré. Los amaneceres y los crepúsculos en los llanos, los valles y el altiplano son únicos en nuestro territorio.
En otros países las misiones jesuíticas son apenas ruinas en el nuestro son la vida misma que descubren el pasado.
En la música y en la danza tenemos tanta variedad que nos damos el gusto de que los países vecinos se apropien de los nuestro, pero nadie como nuestros diablos y nuestras caporales, nadie como una pareja tarijeña o chuquisaqueña bailando una cueca. Nadie como Gladys Moreno cantando “El trasnochador” o el tango “Illimani”, nadie como Zulma Yugar cantando “Piel Morena” o los Kjarkas interpretando cualquiera de las canciones de su nutrido repertorio.
En el folclore no hay el mundo entradas como las de El Gran Poder y el Carnaval de Oruro, ni despelote más sensual que el carnaval de Santa Cruz. Ni jocheo de toros de toros más pintoresco como el de mi pueblo Santa Ana del Yacuma en el Beni.
En la literatura nadie como Bartolomé Arzánz Orsúa y Vela para inventar el realismo mágico allá por el siglo XVII y la crónica colonial pergeñada por Gabriel René Moreno. Nadie como el “Chueco” Céspedes para escribir la tragedia de la guerra del Chaco, nadie como Raúl Otero Reiche para homenajear a la selva, nadie como Oscar Alfaro para volverse niño y declamar con ellos poemas y rondillas. Ningún poeta para revelar los misterios de la noche como Jaime Sáenz o penetrar en el mundo de la muerte como Edmundo Camargo. Nadie para describir el encholamiento como Carlos Medinaceli. ¿Algún otro poeta extranjero pudo escribir Claribel de Franz Tamayo?
En la artes plásticas nadie como los pintores anónimos de ángeles y arcángeles o el genio que pintó “La Virgen del Cerro” o los murales de Solón Romero, Herminio Pedraza o Miguel Alandia Pantoja. Nadie para pintar cholos como los orureños Gustavo y Raúl Lara o los gallos del cochabambino Gíldaro Antezana.
En el cine ninguna película indigenista mejor que Ukamau de Jorge Sanjinéz. ¿Alguien cree que hay una película que supere Chuquiago de Antonio Eguino contando una ciudad?
Nada en el mundo como la famosa chompa de nuestro presidente sobre la que se han escrito ampulosos ensayos que pretenden interpretar el significado de su textura y sus colores, y nada supera la elegancia de sus trajes a medida confeccionados por Beatriz Canedo Patiño.
Para hablar de nuestra selección que en la mayoría de sus actuaciones nos decepciona, a veces nos da la satisfacción de empatarle a Brasil en su propia cancha.
Nos quejamos en todas las clases de historia de nuestros dictadores y sin embargo, tenemos a un dictador preso. ¿Alguien más lo tiene?
“Para qué quejarnos de vivir en el tercer mundo si vivimos en una sociedad libre de las leyes y las normas mundanas del primer mundo”, esto lo aportó mi hijo Luis Antonio.
He nombrado solamente algunas cosas de las que debemos enorgullecernos, no hay porqué rasgarse las vestiduras. Afuera nos seguirán tratando mal si nosotros nos seguimos tratando mal, Aprendamos a querernos un poco y ya veremos como afuera nos respetan.
Y por último dejémonos de joder con que nos insultaron en la Argentina y miremos el tronco en nuestros propios ojos: ¿Acaso no les decimos argentinos a los petulantes? ¿Peruanos a los ladrones? Y…
Homero Carvalho Oliv
viernes, 23 de enero de 2009
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